Factores debilitantes, fortalecedores y desencadenantes
El cuerpo tiene una gran capacidad de recuperación y de desintoxicación, si no se sobrepasan sus límites, de otro modo no podríamos sobrevivir a la gran cantidad de agentes que perturban nuestro organismo cada día. Cuando se produce algún tipo de agresión, habitualmente crónica, que el cuerpo no puede superar, se activa una alarma. Los síntomas de una enfermedad indican que hay un peligro que sobrepasa el organismo.
Un desequilibrio importante en una parte de la vida puede pasar inadvertido durante mucho tiempo, y provocar que la persona se vuelva más vulnerable a otros factores a los cuales le presta más atención. Como resultado, cuando hay una falta en alguno de estos últimos elementos visibles, se pensará que son los responsables de su enfermedad, cuando, en realidad, es otra causa que no ha considerado.
Una persona que duerme poco y/o sufre estrés crónico podría padecer problemas digestivos, los cuales comportan, a su vez, otras enfermedades como migraña. Quizás concentra sus esfuerzos en mejorar su alimentación, y descubre gracias a un test que tiene varias intolerancias alimentarias que le producen el dolor de cabeza, y consigue librarse de ellas con el régimen de evicción de alimentos intolerantes, pero el efecto solamente dura unos meses… hasta que desarrolla una nueva intolerancia alimentaria y sus jaquecas reaparecen. Y así seguirá, hasta que trate la raíz de su inconveniente: el estrés y la falta de descanso, los cuales son el origen de sus crecientes intolerancias alimentarias.
De la misma forma, puede suceder lo contrario, es decir, que no se preste atención a la alimentación y sea esta el detonante de sus enfermedades y, en cambio, tenga muy presente los estragos que el estrés provoca en la salud. Cuando su estrés aumenta un poco empieza a sufrir reflujo y acidez, úlceras de estómago, hinchazón abdominal, etc. Hace responsable de sus problemas de salud a su jefe y su familia, pero no comprende que si se hubiera alimentado mejor habría sido capaz de sobrellevar estos períodos de estrés más intenso sin padecer todas estas consecuencias sobre su salud.
Normalmente, un suceso puntual en la vida actúa como desencadenante, pero ya existe de manera previa un factor debilitante que sienta las bases de la predisposición a dicha enfermedad. Se suele culpar al reciente evento específico como responsable de nuestro problema de salud, pero la verdadera causa son los elementos que diezman la salud de modo crónico y persistente. Una enfermedad se manifiesta cuando hay una predisposición a ella y se da un cierto hecho que la dispara. La propensión ha sido establecida debido a los aspectos debilitantes y el comienzo lo desata el factor desencadenante.
Tomar alcohol, por ejemplo, es un elemento debilitante de migrañas y jaquecas. El factor desencadenante puede ser un ruido o el hecho de despertarse por la mañana.
Factor debilitante | Factor desencadenante | Enfermedad |
Nutrición inadecuada que debilita el sistema inmunitario | Exposición al virus de la gripe | Gripe |
Nutrición inadecuada que altera los neurotransmisores | Conflicto relacional con una persona | Depresión |
Nutrición inadecuada que debilita los huesos | Accidente o caída | Fractura de hueso |
Nutrición inadecuada que genera inflamación | Dormir en una cama inconfortable | Dolor de espalda |
Nutrición inadecuada que genera inflamación | Mala postura o movimiento | Tortícolis |
Nutrición inadecuada + débiles valores espirituales | Pérdida de un ser querido | Depresión (no confundir con el duelo) |
Nutrición inadecuada que debilita el sistema inmunitario | Picadura de garrapata | Enfermedad de Lyme |
Tratamiento antibiótico a repetición + exposición crónica al humo de tabaco en la infancia | Exposición a alérgenos | Alergias |
Tóxicos que dañan la protección de la piel o mucosas | Exposición a papilomavirus | Verrugas plantares, manos, genitales, etc. |
Nutrición inadecuada + estrés crónico + falta de actividad física | Despido del trabajo | Fallo cardíaco |
En las hipersensibilidades inmunológicas, el detonante son los alérgenos; en las sensoriales, el ruido, el sol, un olor, etc.; en las del sistema nervioso central, el estrés, el trabajo intelectual, las preocupaciones, etc.; y en las emocionales, las relaciones interpersonales conflictivas, una separación, un simple comentario crítico, etc. En todas ellas, las causas debilitantes son todos los aspectos del estilo de vida, los posibles traumas emocionales y físicos, los tóxicos a los que ha sido expuesto el cuerpo en el pasado y en el presente, etc.
La forma más fácil de encontrar cuál ha sido el origen de una enfermedad es reflexionar sobre si se produjo algún cambio durante los pocos meses anteriores: un conflicto emocional, un accidente, una situación extremadamente estresante, un cambio en la alimentación habitual, una vacuna, etc.
Pero si se sufre la enfermedad desde la infancia o desde hace muchos años, será muy difícil recordar qué la activó. Quizás se trate de una enfermedad crónica, que empezó muy despacio y se ha ido agravando a lo largo del tiempo, o incluso de nacimiento.
En cualquier caso, siempre se debe trabajar en mejorar el estilo de vida actual para que la incidencia de la enfermedad sea lo menor posible. Aun si se trata de una enfermedad genética, la expresión de estos genes, la llamada epigenética, depende de numerosos factores ambientales, que van desde la alimentación hasta el estado emocional. Un factor debilitante puede activar los genes, de modo que, cuando el detonante tiene lugar, la enfermedad se declara; mientras que uno fortalecedor desactiva los genes, y así, aunque el elemento desencadenante se presente, la enfermedad no se manifestará. Por ejemplo, la alergia a los frutos secos o al polen se activa o desactiva según la nutrición y el estilo de vida de la persona.
Es imposible controlar los factores desencadenantes; son sucesos que acontecen en la vida, ni tampoco la predisposición genética que heredamos. Cuando hay una enfermedad, se prefiere buscar la causa en un factor externo, echar la «culpa» a otra persona o a un suceso imprevisto e indeseable: un divorcio, una epidemia, una caída, etc. Pero, realmente, es uno mismo quien debe tomar la responsabilidad de lo que le acontece. Como muchos pensadores de nuestra época creen, cada uno crea su propia realidad, atrae los acontecimientos positivos o negativos con su pensamiento. Si se trabaja para estar equilibrado y fuerte física, mental y espiritualmente, no tan solo las fuerzas del universo estarán a favor, es decir, se tendrá «suerte» en la vida, sino que, además, cuando llegue algún acontecimiento desagradable se tendrá la fuerza suficiente para hacerle frente. Es mejor esforzarse para evitar la circunstancia motivante, de modo preventivo, en vez de señalar la mala suerte de un hecho determinado.