El síndrome de Raynaud consiste en una falta de circulación en la punta de los dedos o en los dedos enteros de las extremidades. Estos se vuelven completamente blancos e insensibles, y aparece en ciertas circunstancias. Una de ellas es cuando la temperatura ambiental desciende hasta cierto valor, puede ser simplemente a partir de los 15ºC.
El hormigueo, entumecimiento o adormecimiento de las extremidades y los calambres son síntomas asociados a problemas del sistema nervioso periférico. Pero el origen de este problema remonta a un problema de circulación sanguínea, donde los nervios distales de las extremidades no reciben suficiente sangre y producen una falta de sensibilidad, en el caso del entumecimiento; o una contracción involuntaria muy intensa de los músculos, en el caso de los calambres.
El hormigueo y entumecimiento puede agravarse con el tiempo y llegar a convertirse en una neuropatía periférica, con dolores agudos en las extremidades.
Como se explica en este artículo anterior, los alimentos responsables de la glicación son, según el Dr. Perlmutter, los azúcares y los carbohidratos; mientras que para el Dr. Graham, son las grasas.
La Dra. Campbell-McBride, en cambio, atribuye a la producción endógena de alcohol y a otras toxinas por parte de las bacterias oportunistas y patológicas en el intestino que se alimentan de carbohidratos y azúcares que no son bien digeridos y absorbidos, la causa de que haya problemas vasculares, y la aparición de las enfermedades que nos ocupan.
Os cuento mi experiencia personal al tomar cualquier tipo de carbohidratos, sean cereales, legumbres o féculas; y/o azúcares, del tipo azúcar refinado o moreno, jarabes, miel, o frutas secas (mientras la fruta fresca no supone ningún problema en absoluto). Aproximadamente un día después de su consumo, sufro hipotermia, hipotensión, entumecimiento de las extremidades superiores durante la noche y, si la temperatura ambiental es baja, también la enfermedad de Raynaud durante el día. Además, mis uñas se vuelven quebradizas y mi pelo se debilita. El efecto permanece durante 2 días aproximadamente. El mismo fenómeno me ocurre al tomar fruta fresca junto con grasas o aceites.
Los huevos también me provocan entumecimiento y dolor de las piernas un día después, permaneciendo el efecto durante 2 días. La razón exacta de esta reacción no sabría si es atribuible también a su alto contenido en grasa; a su efecto inflamatorio inmunitario, con la generación de una gran cantidad de complejos antígeno-anticuerpo, los cuales impiden la buena circulación sanguínea; o al estrés oxidativo derivado del efecto inflamatorio.
Estas experiencias coinciden con la teoría del Dr. Perlmutter y la Dra. Campbell-McBride sobre los carbohidratos y azúcares, y del Dr. Graham sobre el efecto de las grasas.
La digestión es un proceso que consume mucha energía, la cual se toma a costa de reducir la actividad de otros procesos orgánicos. Todos hemos experimentado alguna vez unas irresistibles ganas de hacer una siesta después de una comida copiosa. Esto se debe a que el flujo sanguíneo y la energía del cuerpo están dedicados a la digestión, y disminuye en otras partes del cuerpo, que son principalmente las extremidades y el cerebro, es decir, el sistema nervioso periférico y central. Así pues, si nuestras comidas son excesivamente abundantes para el organismo, y se producen con demasiada frecuencia, quizás no llegarán a producir somnolencia, pero sí que reducirán la capacidad de atención, la memoria, la agudeza mental y todos los demás procesos cognitivos. Si esta situación se da de forma continuada, aunque sea a baja escala, con comidas inadecuadas, excesivas o demasiado frecuentes; puede producir retrasos del desarrollo intelectual en niños, trastornos del comportamiento, hipoactividad y bajo rendimiento, fatiga crónica, y hasta depresión. En cuanto a las extremidades, la afectación dará como resultado neuropatías, síndrome de Raynaud, calambres, etc. Y también conllevará una falta de nutrientes en la piel, el cabello y las uñas.
De la misma forma, cuando se realiza deporte o cualquier actividad física importante, el gasto energético está concentrado en los músculos, y por lo tanto, no es posible realizar la digestión ni una actividad intelectual al mismo tiempo que la actividad física. Es por esta razón, por ejemplo, que es prudente esperar unas horas después de comer para hacer la digestión antes de bañarse.
Así pues, cuanto más ligera es una comida, el gasto energético digestivo es menor, y se dispone de mayor energía para el resto de las actividades del cuerpo.
La energía consumida para digerir los diferentes alimentos varía en gran medida para cada persona, el tipo de cocción, la forma de combinarlos y muchos factores más. Pero aproximadamente, la fruta consume unas 12 calorías para realizar la digestión de 100 gramos (aproximadamente una manzana), mientras que 100 gramos de carne gastará unas 60 calorías para su digestión (78 calorías para un bistec); 100 gramos de pasta de trigo necesitará para su digestión unas 36 calorías (7 calorías cada cucharada); y el aceite consume unas 27 calorías los 100 gramos (4 calorías para una cucharada).
Además, el balance energético de los alimentos es también muy diferente. La carne consume 30% de su aporte calórico en su propia digestión, las verduras y frutas consumen un 20%, los carbohidratos un 10% y las grasas sólo un 3%.
Por experiencia propia, a partir de la observación durante muchos años, he deducido que el factor que más incide en la enfermedad de Raynaud es la falta de sueño. Cuando se da esta circunstancia, y la temperatura es baja, y/o además, empieza el proceso de la digestión, entonces la circulación en los vasos capilares de las extremidades no es suficiente.
La extrema falta de actividad también es perjudicial para todos los sistemas. El cuerpo sigue una ley que es la de minimizar el gasto de energía. Así pues, sucede que después de una larga convalescencia en cama, o de la inmovilización de un miembro debido a un accidente, sea necesario realizar una rehabilitación para recuperar sus funciones de movilidad normales. Lo mismo sucede, a menor escala, cuando por ejemplo hacemos un viaje muy largo. Aunque “solamente” se trate de 8 horas en coche o en avión, el cuerpo disminuye la energía dedicada al sistema muscular. (Curiosamente este fenómeno no se produce durante la noche, ya que el cuerpo inteligentemente reconoce que la reducción de actividad se debe al normal reposo nocturno, y no lo toma en cuenta en el hecho de disminuir la fuerza muscular). Es por ello que después de mis habituales viajes de vuelta a Suiza desde Barcelona en invierno, al entrar en una casa helada, y con el ajetreo de descargar y deshacer las maletas, y poner la casa en orden, me aparecía el síndrome de Raynaud. Mi sistema circulatorio se había adaptado a la no actividad del viaje, y no podía hacer frente a un súbito incremento de actividad.
De la misma forma, no todas las personas hemos nacido con la misma energía vital. Algunas personas nacen con problemas de salud genéticos; otras nacen con una salud excelente y desarrollan una fuerza atlética extraordinaria; otras nacen con paraplegias y se convierten en genios. Así pues, la fuerza digestiva de cada persona es también diferente. Algunas tienen numerosas alergias e intolerancias desde pequeños; otras parece que puedan resistir comer todo tipo de comida insaludable sin caer prácticamente nunca enfermas.
Es por ello que algunas personas pueden seguir una comida tradicionalmente casera sana, sin hacer un régimen en especial, y permanecer en buena salud. En cambio, otras personas necesitan seguir dietas muy estrictas para poder gozar de relativa buena salud: sin gluten, sin lácteos, sin azúcares, vegetarianas, Paleo, crudivorista, etc.
Este es mi caso. Por distintas circunstancias de la vida, me he visto obligada a seguir una dieta frugivorista para poder gozar de buena salud. Como yo, muchas personas tenemos una energía vital muy delicada, que se ve afectada en gran medida por los alimentos que consumimos. Si me ciño a mi dieta, soy capaz de andar durante una semana, 6 horas al día, subiendo montañas bajo el sol del verano. Pero si me salto mis restricciones alimentarias, mi fiebre de heno en primavera y verano me imposibilitan incluso poder subir las escaleras de un piso.
Creo que esta falta de energía del sistema nervioso central y periférico podría tener parte de responsabilidad en algunas enfermedades neurológicas, degenerativas y del comportamiento, también.
En vez de buscar estimulantes, la única solución a la falta de energía es el reposo. Este reposo no es solamente físico, sino también mental y fisiológico. El primer reflejo debe ser recuperar las horas de sueño perdidas, con una siesta o adelantando la hora de ir a dormir. El ayuno, semi-ayuno o comidas ligeras son necesarios los días en que la energía no es suficiente para hacer la digestión. Una sesión de relajación, con una meditación de al menos unos 15 minutos, es también beneficiosa para un reposo mental.
Seguir una alimentación y estilo de vida adecuados permitirá que estos sistemas no sufran una falta de energía.
El hormigueo, entumecimiento o adormecimiento de las extremidades y los calambres son síntomas asociados a problemas del sistema nervioso periférico. Pero el origen de este problema remonta a un problema de circulación sanguínea, donde los nervios distales de las extremidades no reciben suficiente sangre y producen una falta de sensibilidad, en el caso del entumecimiento; o una contracción involuntaria muy intensa de los músculos, en el caso de los calambres.
El hormigueo y entumecimiento puede agravarse con el tiempo y llegar a convertirse en una neuropatía periférica, con dolores agudos en las extremidades.
Diabetes, azúcares, grasas e inflamación
Está comúnmente aceptado que la diabetes es una de las causas más comunes de estas enfermedades. En algunos casos, las personas sufren calambres y hormigueos temporales, y sin llegar a ser diabéticos, la causa es igualmente un problema circulatorio sanguíneo debido a una hiperglicemia temporal o tasa de azúcar en sangre demasiado elevada, la cual provoca un fernómeno llamado glicación, con el daño vascular asociado. Es una pre-diabetis.Como se explica en este artículo anterior, los alimentos responsables de la glicación son, según el Dr. Perlmutter, los azúcares y los carbohidratos; mientras que para el Dr. Graham, son las grasas.
La Dra. Campbell-McBride, en cambio, atribuye a la producción endógena de alcohol y a otras toxinas por parte de las bacterias oportunistas y patológicas en el intestino que se alimentan de carbohidratos y azúcares que no son bien digeridos y absorbidos, la causa de que haya problemas vasculares, y la aparición de las enfermedades que nos ocupan.
Os cuento mi experiencia personal al tomar cualquier tipo de carbohidratos, sean cereales, legumbres o féculas; y/o azúcares, del tipo azúcar refinado o moreno, jarabes, miel, o frutas secas (mientras la fruta fresca no supone ningún problema en absoluto). Aproximadamente un día después de su consumo, sufro hipotermia, hipotensión, entumecimiento de las extremidades superiores durante la noche y, si la temperatura ambiental es baja, también la enfermedad de Raynaud durante el día. Además, mis uñas se vuelven quebradizas y mi pelo se debilita. El efecto permanece durante 2 días aproximadamente. El mismo fenómeno me ocurre al tomar fruta fresca junto con grasas o aceites.
Los huevos también me provocan entumecimiento y dolor de las piernas un día después, permaneciendo el efecto durante 2 días. La razón exacta de esta reacción no sabría si es atribuible también a su alto contenido en grasa; a su efecto inflamatorio inmunitario, con la generación de una gran cantidad de complejos antígeno-anticuerpo, los cuales impiden la buena circulación sanguínea; o al estrés oxidativo derivado del efecto inflamatorio.
Estas experiencias coinciden con la teoría del Dr. Perlmutter y la Dra. Campbell-McBride sobre los carbohidratos y azúcares, y del Dr. Graham sobre el efecto de las grasas.
Digestión y energía
Otra causa que provoca una disminución del riego sanguíneo en las extremidades es la digestión.La digestión es un proceso que consume mucha energía, la cual se toma a costa de reducir la actividad de otros procesos orgánicos. Todos hemos experimentado alguna vez unas irresistibles ganas de hacer una siesta después de una comida copiosa. Esto se debe a que el flujo sanguíneo y la energía del cuerpo están dedicados a la digestión, y disminuye en otras partes del cuerpo, que son principalmente las extremidades y el cerebro, es decir, el sistema nervioso periférico y central. Así pues, si nuestras comidas son excesivamente abundantes para el organismo, y se producen con demasiada frecuencia, quizás no llegarán a producir somnolencia, pero sí que reducirán la capacidad de atención, la memoria, la agudeza mental y todos los demás procesos cognitivos. Si esta situación se da de forma continuada, aunque sea a baja escala, con comidas inadecuadas, excesivas o demasiado frecuentes; puede producir retrasos del desarrollo intelectual en niños, trastornos del comportamiento, hipoactividad y bajo rendimiento, fatiga crónica, y hasta depresión. En cuanto a las extremidades, la afectación dará como resultado neuropatías, síndrome de Raynaud, calambres, etc. Y también conllevará una falta de nutrientes en la piel, el cabello y las uñas.
De la misma forma, cuando se realiza deporte o cualquier actividad física importante, el gasto energético está concentrado en los músculos, y por lo tanto, no es posible realizar la digestión ni una actividad intelectual al mismo tiempo que la actividad física. Es por esta razón, por ejemplo, que es prudente esperar unas horas después de comer para hacer la digestión antes de bañarse.
Así pues, cuanto más ligera es una comida, el gasto energético digestivo es menor, y se dispone de mayor energía para el resto de las actividades del cuerpo.
La energía consumida para digerir los diferentes alimentos varía en gran medida para cada persona, el tipo de cocción, la forma de combinarlos y muchos factores más. Pero aproximadamente, la fruta consume unas 12 calorías para realizar la digestión de 100 gramos (aproximadamente una manzana), mientras que 100 gramos de carne gastará unas 60 calorías para su digestión (78 calorías para un bistec); 100 gramos de pasta de trigo necesitará para su digestión unas 36 calorías (7 calorías cada cucharada); y el aceite consume unas 27 calorías los 100 gramos (4 calorías para una cucharada).
Además, el balance energético de los alimentos es también muy diferente. La carne consume 30% de su aporte calórico en su propia digestión, las verduras y frutas consumen un 20%, los carbohidratos un 10% y las grasas sólo un 3%.
Dormir
Dormir insuficientemente es otra de las causas de la falta de energía.Por experiencia propia, a partir de la observación durante muchos años, he deducido que el factor que más incide en la enfermedad de Raynaud es la falta de sueño. Cuando se da esta circunstancia, y la temperatura es baja, y/o además, empieza el proceso de la digestión, entonces la circulación en los vasos capilares de las extremidades no es suficiente.
Ejercicio físico
El hecho de hacer deporte, en cambio, tiene un efecto positivo en el síndrome de Raynaud, debido a que se activa la circulación sanguínea en los músculos y las extremidades. En cambio, el deporte disminuye el flujo sanguíneo en el cerebro y el aparato digestivo.La extrema falta de actividad también es perjudicial para todos los sistemas. El cuerpo sigue una ley que es la de minimizar el gasto de energía. Así pues, sucede que después de una larga convalescencia en cama, o de la inmovilización de un miembro debido a un accidente, sea necesario realizar una rehabilitación para recuperar sus funciones de movilidad normales. Lo mismo sucede, a menor escala, cuando por ejemplo hacemos un viaje muy largo. Aunque “solamente” se trate de 8 horas en coche o en avión, el cuerpo disminuye la energía dedicada al sistema muscular. (Curiosamente este fenómeno no se produce durante la noche, ya que el cuerpo inteligentemente reconoce que la reducción de actividad se debe al normal reposo nocturno, y no lo toma en cuenta en el hecho de disminuir la fuerza muscular). Es por ello que después de mis habituales viajes de vuelta a Suiza desde Barcelona en invierno, al entrar en una casa helada, y con el ajetreo de descargar y deshacer las maletas, y poner la casa en orden, me aparecía el síndrome de Raynaud. Mi sistema circulatorio se había adaptado a la no actividad del viaje, y no podía hacer frente a un súbito incremento de actividad.
Energía vital congénita
El gasto de energía del metabolismo basal no es el mismo para todas las personas. No es cierto, por ejemplo, que todas las personas del mismo tipo necesitemos las mismas calorías. Así por ejemplo, no es cierto que todas las mujeres adultas sedentarias consuman 1800 calorías diarias. He podido comprobar que en mi caso, por ejemplo, necesito muchísimas menos calorías, y un exceso me conlleva problemas de salud.De la misma forma, no todas las personas hemos nacido con la misma energía vital. Algunas personas nacen con problemas de salud genéticos; otras nacen con una salud excelente y desarrollan una fuerza atlética extraordinaria; otras nacen con paraplegias y se convierten en genios. Así pues, la fuerza digestiva de cada persona es también diferente. Algunas tienen numerosas alergias e intolerancias desde pequeños; otras parece que puedan resistir comer todo tipo de comida insaludable sin caer prácticamente nunca enfermas.
Es por ello que algunas personas pueden seguir una comida tradicionalmente casera sana, sin hacer un régimen en especial, y permanecer en buena salud. En cambio, otras personas necesitan seguir dietas muy estrictas para poder gozar de relativa buena salud: sin gluten, sin lácteos, sin azúcares, vegetarianas, Paleo, crudivorista, etc.
Este es mi caso. Por distintas circunstancias de la vida, me he visto obligada a seguir una dieta frugivorista para poder gozar de buena salud. Como yo, muchas personas tenemos una energía vital muy delicada, que se ve afectada en gran medida por los alimentos que consumimos. Si me ciño a mi dieta, soy capaz de andar durante una semana, 6 horas al día, subiendo montañas bajo el sol del verano. Pero si me salto mis restricciones alimentarias, mi fiebre de heno en primavera y verano me imposibilitan incluso poder subir las escaleras de un piso.
Creo que esta falta de energía del sistema nervioso central y periférico podría tener parte de responsabilidad en algunas enfermedades neurológicas, degenerativas y del comportamiento, también.
Estimulantes
Para paliar esta falta de energía se suelen tomar estimulantes, como carne, café, té, chocolate, y por desgracia, algunas personas recurren hasta a las drogas, como es el caso en algunos yuppies. Pero los estimulantes tienen un efecto parecido al de dar un latigazo a un caballo cansado en una carrera. Sí, quizás llegará el primero, ¿pero cuál será su suerte después de atravesar la meta? ¿Aguantará mucho más? Los estimulantes extraen la poca energía de la que todavía dispone el cuerpo, extenuándolo todavía más, y cada día más.En vez de buscar estimulantes, la única solución a la falta de energía es el reposo. Este reposo no es solamente físico, sino también mental y fisiológico. El primer reflejo debe ser recuperar las horas de sueño perdidas, con una siesta o adelantando la hora de ir a dormir. El ayuno, semi-ayuno o comidas ligeras son necesarios los días en que la energía no es suficiente para hacer la digestión. Una sesión de relajación, con una meditación de al menos unos 15 minutos, es también beneficiosa para un reposo mental.
Conclusión:
En el organismo existen principalmente tres sistemas que compiten por la energía del organismo: el digestivo, el nervioso (cerebral y periférico) y el muscular. Cuando la energía disponible del organismo es baja debido a diferentes circunstancias, como la falta de sueño, una incorrecta alimentación, el estrés, etc., y se da la situación que alguno de estos sistemas tiene una gran necesidad de energía, los otros sistemas padecen una escasez de dicha energía, con los consecuentes síntomas y enfermedades asociados.Seguir una alimentación y estilo de vida adecuados permitirá que estos sistemas no sufran una falta de energía.